20060523

El Código Re Pinche

Un cadáver ha sido encontrado en el Museo de Louvre. La posición del cuerpo desnudo asemeja al Hombre de Vitrubio de Da Vinci, en el pecho tiene pintado un pentáculo y a su vera, con tinta invisible, puede leerse la secuencia Fibonacci en desorden así como un anagrama que remite a la Mona Lisa. Un doctor de Harvard y una criptóloga francesa siguien las pistas, hasta descubrir que el occiso era miembro del Priorato de Sión y guardián de un secreto que podría echar por tierra el poderío del Vaticano.

Así, desde lejitos, el storyline es interesante y con punch para el consumo masivo. Sentado en el sanitario, haciendo aquello que el Rey hace sólo, el libro funciona. Dan Brown, infladísimo desde cualquier flanco, dio con la gran puntada de la década (en términos comerciales) al escibir El Código Da Vinci, aunque con cada página salta a la vista su estereotípica capacidad autoral de yanqui de best-sellers. Gracias a Brown recordé por qué trato de no leer hits literarios gringos: una vez que leíste uno, ya los leíste todos, al menos estilística y estructuralmente. Igual podemos decir que el libro es como una goma de mascar: el sabor se termina más pronto de lo que uno querría, no te alimenta, te causa caries y el proceso de masticarlo no exige ningún esfuerzo extraordinario.


Sin embargo, a pesar de ser una lectura tan light, la película hace lo que parecía imposible: darle al traste a la que pudo ser una llevadera cinta de suspenso para convertirla en un escaparate de lo que presumo es la incultura (o ignorancia o pereza mental) de Ron Howard, quien seguro se incerta los clichés hollywoodianos en supositorios. Sobre el reparto, ni qué decir: Tom Hanks, una nulidad patética en todos los sentidos; Paul Bettany, teniendo que reducir su más que probado talento a niveles de caricatura chafa; Audrey Tautou, vergonzosamente olvidable con todo y su carita linda; Jean Reno, afortunadamente desperdiciado y con poco cuadro (lo cual es bueno considerando la calidad del filme); Alfred Molina, en la peor actuación de su vida; y finalmente Ian McKellen, a quien se le nota que posee las tablas del mundo, que su talento es casi inconmesurable, y que intenta salvar todas las escenas en las que aparece, aunque un sólo hombre no puede construir en donde no hay cimientos.

Ahora, que esto no se tome por el lado equivocado. Una tía insinuó el otro día que yo hacía muy bien hablando mal del libro porque es blasfemo, mentiroso y peca contra todo lo que es sagrado. ¡Por favor! A mi en verdad me importa un carajo que Jesús se haya cogido a María Magdalena de todas las formas imaginables y utilizando el Kamasutra. O que el Opus Dei sea una mamada bien jodida, que lo es, pero eso es otra cosa. Si critico El Código es porque en verdad el libro está impúdicamente sobrevalorado (tanto por sus fans como por sus detractores) y la película es, también en verdad, cabronamente mediocre. Ni siquiera es tan mala como para hacerla pomada: su mediocridad no da para tanto.


Escuchando a The Magic Numbers / Álbum "The Magic Numbers".

Foto: Columbia Pictures.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con tu comentario, a mi la película no me gusto nadita, de plano lo mejor que me pudo pasar fue que me dormí un buen rato, (lo siento por mi acompañante) para despertar y desear que ya terminara la película. jajaja. Buenas películas les recomiendo la de 5 x 2 de Francoise Ozon...

Arturo Garibay dijo...

Si, 5 x 2.

Saben todos que a mi siempre me ha gustado Ozon, así que tal vez no sea el más objetivo, pero en verdad vale la pena.

Una vez en la historia, Monique, estamos de acuerdo con una película. Ja, ja, ja. Aprovechémoslo porque esto no se da mucho.